Ábrelo

A la mañana siguiente, Archer se despertó con un dolor de cabeza feroz que le preocupó, pero poco después lo apartó de su mente y usó Pestañeo para levantarse de la cama. Apareció junto a la ventana de la habitación, que daba vista a la ciudad abajo.

«Demasiado tranquilo para una gran ciudad, pero es temprano», pensó.

La noche fue pacífica, con un viento suave que hacía que los árboles afuera se mecieran rítmicamente, sus sombras bailando por toda la habitación. Archer observó la escena, sintiéndose inspirado, y levantó su mano para conjurar pequeños orbes de maná.

Uno a uno, aparecieron, emitiendo una luz suave y cálida que llenó la habitación oscura mientras flotaban en patrones gráciles. Los orbes brillaban mientras se movían, iluminando el espacio con destellos de múltiples colores.