Athena está sentada dentro de su carruaje con una expresión seria en su rostro y está apretando sus puños con fuerza.
«Ese cabrón... ¿Quién se cree que es?», pensó Athena mientras la cara de Anon aparecía en su imaginación.
—Lo odio, lo odio mucho... Malditaaaaa —gritó Athena muy fuerte.
—¿Todo está bien? ¿Mi reina? —el conductor del carruaje preguntó desde afuera.
—S-Sí... Solo sigue conduciendo —Athena respondió.
—Como diga, Señora —el conductor respondió.
«Nunca debería haber ido a ese reino de todos modos. Fue mi error desde el principio», pensó Athena con una expresión seria.
El Castillo Real del Reino de Rumin...
Los sirvientes corren por el castillo con expresiones muy tensas y todos están extrañamente callados.
Una de las criadas estaba confundida y no sabía qué estaba pasando.
—¿Qué pasa? ¿Por qué todos están tan callados y tensos? —preguntó a su compañera que está lavando platos en la cocina.