¿Rendirse? ¡Genial!

Hace tan solo cinco minutos, la Reina del Gran Abajo paseaba por sus aposentos.

¿La fuente de sus preocupaciones? El hecho de que su entero dominio había dejado de recibir almas muertas.

No solo eso, sino que ni ella ni su esposo podían ver nada de lo que transcurría en la tierra, lo cual era cuanto menos muy inusual.

Entonces, dado que era enormemente improbable que todos los que vivían allí hubieran dejado milagrosamente de morir, algo más estaba ocurriendo aquí.

Pero ¿cómo iba a descubrirlo?

Ni ella ni ninguno de los dioses del inframundo bajo su mando podían salir.

Estaba atrapada.

Sin embargo, nunca habría predicho que la respuesta a las preguntas que la atormentaban la convocaría directamente a su sala del trono.

—Es bueno verte de nuevo. ¿Has estado bien? —preguntó.

Ereshkigal solo había conocido a Abadón una vez antes, así que ya sabía que era bastante amable y agradable.