¿Un cambio?

Abadón y Valerie seguían sentados en el sofá, mirándose el uno al otro con deseo ardiente.

Ella quería saber si él iba a soltarle las manos y permitirle continuar.

Él quería saber si hacerlo realmente la iba a ayudar.

Pero en última instancia, Abadón tiene solo once debilidades nombradas en este mundo. Y la más grande estaba sentada en su regazo. Dolorosamente atractiva y desesperada por él.

Abadón le soltó las manos y Valerie no perdió la oportunidad de desahogar sus necesidades.

Después de quitarle la camisa, ella corrió sus manos a lo largo de su pecho como si tocara precioso mármol.

Su respiración empezaba a desincronizarse, mientras su cuerpo recordaba con detalles descriptivos vívidos el tipo de euforia que este cuerpo era capaz de hacerla sentir.

Ni siquiera se molestó en quitarse la ropa interior. Solo los apartó a un lado mientras sus ojos brillaban con necesidad.