Tarde en la noche, Abadón estaba afuera de su casa con el teléfono al oído.
Estaba sentado bajo el resplandor de una luna llena, hablando suavemente con su hija mayor sobre los eventos volátiles del día que ocurrieron.
—¿Entonces se están adaptando bien? —preguntó.
En la otra línea, Thea se estaba preparando para ir a la cama. Aisha estaba desparramada en su regazo, ya dormida mientras ella jugaba con su cabello.
—Creo que sí. Parecían preocupados principalmente por tener a sus seres queridos de vuelta. Podríamos haberles dado bolsas de papel para vivir y habrían estado bien con tal de tenerlos.
Abadón nunca pretendería no entender eso. Cuando era genuino, no había nada bueno para el alma como la familia.
—¿Cómo está tu hermana? —preguntó él, con un toque de dolor en su voz.
No le gustaba estar lejos de Odessa cuando ella era tan joven. Y Thea lo sabía.