La Resolución de Izanami

En verdad, las piernas de Izanami todavía estaban como gelatina debido al largo maratón coital que acababa de soportar.

Lo mejor que pudo hacer fue sentarse en la cama y velar protectoramente sobre su Abadón.

—Lo que sea que seas... Solo déjame en paz. Déjame estar con mi amado —advirtió.

No sorprendentemente, la voz incorpórea se lo pasó bastante tiempo riéndose de su ilusión.

—¿Tu amado? Esto ya es un sueño, Izanami. Eventualmente tendrás que despertarte.

—N-No, yo...

Para recalcar más el punto, la reflexión de Izanami comenzó a disolver la copia de Abadón dormido en su cama.

Ella entró en pánico al instante.

—¡N-No! ¿Qué estás haciendo, detente!

Izanami abrazó su versión de Abadón en sus brazos como si pretendiera protegerlo de cualquier daño posible.

Su desesperado llanto pareció haber funcionado. Dejó de desintegrarse.

—Acércate más, mi gemela. Solo quiero charlar.