Ha tardado mucho tiempo...

Abadón estaba actualmente meditando.

Probablemente era el tiempo más largo registrado que había pasado haciendo eso desde que se casó y tuvo hijos.

Le dejó saber algo en lo que no había invertido tiempo en pensar antes.

Era malo en la meditación.

El silencio para él era como demasiado queso en el estómago de Bekka. No le caía bien.

Su hogar siempre era ruidoso y caótico. El sonido de la risa era como una tormenta constante que no había parado por miles de años.

Le gustaba el silencio a veces, pero le gustaba un silencio zumbante.

Como el resplandor silencioso que venía después de que él y sus esposas yacían juntos al final de una noche de pasión.

La diferencia entre los dos era un silencio cálido. Meditar ahora le parecía frío. Casi como estar solo.

Acostumbrarse a estar solo le parecía ir un paso en la dirección incorrecta.

—¿Por qué estoy haciendo esto?