La Ciudad Blanca Zumbando

—¡Vamos, vamos, llegaremos tarde! —un joven ángel tiraba de la mano de su padre hacia las calles.

—Por favor, Cielo, tómate tu tiempo. —El padre se aseguró de que la puerta estuviera cerrada antes de subir al niño a sus hombros—. No entiendo por qué estás tan interesado en ver a esos forasteros de todos modos...

—¡Porque nadie jamás viene a la Ciudad Blanca, pa! ¡Quiero ver a los forasteros!

El padre parecía exhausto antes de que hubieran dado un solo paso.

—No entiendo por qué quieres ver a esos... personajes coloridos. —El padre pasó mucho tiempo buscando algo agradable que decir, pero colorido fue lo mejor que pudo hacer—. Los otros seres divinos no son exactamente tan virtuosos como nosotros.

—¿Entonces son como pecadores? ¿Del lugar malo o Tierra?

—Más o menos, sí —admitió el padre—. Pero eso no importa. Necesito que recuerdes que solo porque estamos observando esta reunión no significa que vayamos a tener la oportunidad de jugar con estas deidades.