Introducción largamente esperada...

—Sudáfrica...

Una senda largamente dormida estaba viendo una nueva exploración después de miles de años.

Dos serpientes, una negra y otra ligeramente púrpura, se deslizaron a través de pequeñas grietas y hendiduras en la roca madre para llegar a una caverna subterránea.

Una vez que su entorno se abrió, los cuerpos de las serpientes se expandieron y adoptaron dos formas totalmente diferentes.

Caminando juntos en espacios reducidos, Abadón y Audrina se adentraron más en la caverna con un silencio inusual entre ellos.

Audrina no era precisamente una parlanchina, pero le gustaba hablar. Compartía cosas interesantes, chistes sucios, y tarareaba suaves y hermosas melodías de mundos ya muertos y enterrados.

El hecho de que no hubiera dicho nada durante un tiempo significaba que había algo que realmente quería decir.

—Drina.

—¿Hm..?

—Si me miras más intensamente, vas a hacer agujeros en mi espalda, querida.