Ya no escuchaba sus pasos, el chef apretó los dientes.
—Maldito cobarde —maldijo.
—Chef. No creo que quedarse sea una buena idea. ¿Y si esos guardias ya llamaron a la policía? Deberíamos irnos.
—¡Cállate! —gritó el chef, apuntando su pistola a su subalterno.
—Menudo equipo que tienes ahí. Ni siquiera puedes mantenerlos bajo control. Ahora, he eliminado a cuatro de ustedes, y estoy seguro de que si espero lo suficiente, se eliminarán entre ustedes mismos. ¡Ah ja ja ja! —La voz de Alex resonó en el área abierta.
La cabeza del chef se giró bruscamente, tratando de encontrar de dónde venía.
—¡Blam! ¡Blam! ¡Blam! ¡Blam!
—¡Sal aquí y enfréntame, cobarde! —gritó el chef después de disparar su pistola cuatro veces.
—¡Jefe! ¡Tenemos que irnos! —gritó el secuaz.
—¡Dije que te calles! —gritó el chef, volviéndose hacia su subalterno con el arma levantada.
El rostro del subordinado se puso pálido, y el chef sonrió.