Arrastrándose hacia ella lo más rápido que podía, notó que se había estrellado contra una rama rota, y esta se le había clavado en el lado izquierdo. La sangre goteaba de la herida, y podía oír un pequeño silbido cuando ella inhalaba y exhalaba.
«Pulmón perforado, quizás unas costillas fisuradas, y está perdiendo mucha sangre. Necesito ayudarla», pensó.
—Vaya aterrizaje el que has logrado. Esto va a doler, pero tengo que sacarte esa rama para curarte —bromeó Astaroth, tratando de calmar su respiración.
En vez de eso, ella tosió un poco de sangre mientras soltaba una risita.
Astaroth no dudó y arrancó la punzante rama de su costado, sacando de ella un grito al mismo tiempo.
Rápidamente lanzó la rama lejos antes de aplicar ambas manos sobre la herida, una luz dorada surgía de sus manos e ingresaba en su costado izquierdo.