La mujer tigre tardó un momento en calmar su corazón palpitante. Su naturaleza animal había tomado control sobre sus sentidos, sintiendo la amenaza inminente, y había reaccionado con todas sus fuerzas.
Con todas las intenciones y propósitos, su ataque había contenido intención de matar. Pero ahora que se dio cuenta a quién había lanzado, su corazón se congeló.
Corriendo hacia el rey, aún incrustado en el árbol, volvió a su apariencia humana, con sólo sus orejas y cola restantes.
—Lo siento mucho, Rey Astaroth —se disculpó inmediatamente, postrándose en la tierra.
—¡No debería haberle atacado de vuelta! ¡Debí haber esquivado o tomado el golpe! ¡Aceptaré cualquier castigo que considere adecuado! —exclamó, sin siquiera mirarlo.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que Astaroth se estaba muriendo de la risa.