El Poder de las Almas

Tras el rugido del dragón, otro resonó en la entrada de la cueva, este menos fuerte pero igual de feroz.

Entonces Genie, que aún luchaba por repeler a sus últimos tres atacantes, vio una mancha blanca arrebatar de repente a uno, dejando tras de sí un rastro de sangre.

Con solo dos enemigos, los dominó rápidamente y finalmente pudo tomar un momento para respirar. Mirando a su alrededor, notó que el campo de batalla, que en el mejor de los casos había sido un punto muerto y en el peor una derrota, ahora rápidamente se inclinaba a su favor.

—Maestro. ¿Me necesitas en la cueva? —preguntó a Astaroth, preguntándose si podría ser más útil allí.

—No veo cómo nada cambiará para nosotros en este punto. Quédate arriba. Blanco está aquí, defendiéndome, pero no creo que necesite ayuda. Solo asegúrate de que no me ataquen —respondió Astaroth a través de su conexión.