Astaroth podía sentir la intensidad de la batalla detrás de él, así como en la cueva y sobre el suelo, y se dio cuenta de que no estaba tan indefenso como pensaba. Pero esto estaba lejos de ser una lucha ganada.
Después de todo, incluso si impedían que los monstruos entraran o alcanzaran el fruto, aún no había forma de alimentar a la maldita cosa con suficiente Éter para hacer que madurara.
Su mente corría en todas direcciones, pensando en cada solución que su cerebro pudiera descartar, pero nada se acercaba a la cantidad que necesitaba.
Incluso con la loca teoría que se le ocurrió, todavía no pensaba que sería suficiente.
—Geminae. Tengo una pregunta.
Tomó un momento para que el pequeño ángel respondiera.
—¿Sí?
—¿Crees que podría fusionarme con Luna, incluso si me transformo en tu forma o en la del trasgo? Necesito maximizar mi ingestión de Éter, pero no tengo muchas opciones.
Geminae frunció el ceño dentro de su espacio del alma.