Fénix escuchó su plan con cara de horror. No solo era incorrecto, era terrible.
—No podemos someter a los jugadores a eso. Estarían denunciando tortura en los foros en menos de una hora. ¿Estás tratando de hacer que el gremio se vea mal?
Astaroth se rió de sus palabras.
—No pueden. ¿Recuerdas? Tienen que mantener silencio sobre todo lo que ven, escuchan y a lo que son sometidos. De lo contrario, Ases Altos habrían sido linchados públicamente hace mucho tiempo. Eso es lo que estoy buscando.
—Algo que los haga temernos mucho más de lo que temen al contrato y les haga entender que romperlo es su mejor opción —dijo Astaroth, mirándola a los ojos.
Fénix apretó los dientes.
Tenía razón en que no podrían decir nada, al menos hasta que se rompieran los contratos.
Pero, ¿y luego?
¿Cuántos de estos jugadores correrían a los foros y le contarían al mundo que Paragón los había torturado y obligado al silencio? Esto era precisamente lo que ella no quería que ocurriera.