Killi estaba más confundido que nunca, su falta de información previa hacía que no entendiera lo que David quería decir con su declaración.
—¿Romper el velo? ¿Mazmorras rompiéndose? ¿De qué diablos están hablando? —se preguntaba.
—¿Todos han perdido la cabeza? —preguntó, su voz claramente crítica.
David chasqueó la lengua con fastidio.
—Alex, simplemente cuelga a este bufón. Si no puede simplemente escuchar, entonces nos es inútil. Supongo que perdimos el Reino Unido.
—¿A quién llamas bufón, tú marioneta medio muerta? Si quisiera hablar contigo, maldito idiota, te habría llamado. ¿Por qué no cuelgas tú, eh? —replicó Killi, su ira filtrándose en sus palabras.
—¿Qué dices, maldito Británico? ¿Quieres que cruce ese océano y te haga tragar tu maldita monarquía en pedazos? ¿Qué tal eso, maldito esnob de clase alta?
Alex los escuchó caer en una competencia verbal de insultos y bajó la cabeza con la mano, ya mentalmente cansado de sus tonterías.