Lejos de la bulliciosa ciudad de Montreal, en el corazón remoto y misterioso del continente de China, ubicado cerca del majestuoso pico de la montaña Huashan, un hombre permanecía de pie, su mirada fija en la naturaleza indómita que se extendía bajo él.
Su rostro era sereno, pero sus ojos contenían un toque de ira.
—¿Qué estás diciendo, Anciano Bai? Fuiste allí con tres de nuestros guerreros más poderosos, dos de los cuales son prometedores novatos, y aún así fueron rechazados después de confirmar la presencia de una entidad demoníaca? —dijo el maestro Gu Chen.
—Maestro Gu Chen... No es tan simple. El chico no estaba solo. Tenía dos de estos 'despertados' con él, uno al que ya habíamos puesto en una lista de vigilancia. Para empeorar las cosas, tuvo la ayuda de Gu Fang... —dijo el anciano, inclinándose ante el hombre que le daba la espalda.
La ceja del viejo maestro se inclinó hacia arriba, al escuchar el nombre Gu Fang.