Girando su cabeza hacia la voz, Alex maldijo.
—Mierda. ¿Por qué vino a buscarme en lugar de llamar al número en la tarjeta... —se quejó.
—¿Hmm? —Kary tarareó, mirando al hombre que corría hacia ellos.
—¡Sr. Leduc! ¡Por favor! ¡Un momento de su tiempo! —gritó el hombre, corriendo hacia ellos, sosteniendo su bolso de hombro con una mano y su libreta con la otra.
Alex se interpuso entre él y Kary, mirando fijamente al hombre.
—Escucha, amigo. Sea lo que sea que quieras preguntar, no me interesa responder. Estás invadiendo mi privacidad y no me llevo bien con eso. Ahora, aléjate —gruñó.
Los pies del hombre casi chirriaron al detenerse mientras su cara se ponía pálida.
—Lo siento terriblemente por haber venido a su casa. Pero no encontré otra manera de contactarlo, Sr. Leduc —se disculpó el hombre, aún pálido, pero con sus ojos observando los alrededores.
Kary lo miró por encima del hombro de Alex y sonrió con malicia.