A medida que la mañana se elevaba a lo largo de la costa este de América del Norte, Alex abrió los ojos, su mente aún cansada ya que había dormido muy poco.
Había convencido a Kary de irse a la cama alrededor de las dos de la madrugada, para poder intentar restablecer un horario de sueño regular. Pero, ahora que lo estaba haciendo, lamentaba cada segundo de esa idea.
Acercándose a la espalda de Kary, le murmuró al oído.
—Levántate y brilla, mi pequeña llama de destrucción. Son las seis de la mañana. Sé que la noche fue corta, pero tenemos que levantarnos. El avión debería estar listo para nosotros esta mañana, y necesitamos prepararnos para irnos.
Kary gruñó hacia él, retorciéndose en su abrazo, mientras intentaba empujarlo para poder seguir durmiendo.
Pero apartarlo no era tarea fácil, y Alex solo se rió mientras ella se despertaba retorciéndose en sus brazos.
—Te amo, pero jódete... —gruñó ella, girándose en sus brazos para enfrentarlo.