—Sé nuestro cañón. Mantén las esferas de agua sin que se extiendan más allá de un cierto punto, en lo cual Winston ayudará, y hazlas girar como si fueran balas viajando a través de un cañón.
Los ojos de Aapo estaban fijos en él, su corazón latía fuertemente en su pecho. La tarea, aparentemente sencilla, se alzaba sobre Aapo como una montaña insuperable, amenazando con engullirlo entero.
—Señor… Apenas puedo sentirlos o sostenerlos. Me pides que los mueva... ¿No es esto demasiado? —preguntó.
Alex negó con la cabeza en respuesta.
—No tienes que preocuparte por mantenerlos juntos. Ese es el trabajo de Violeta. Y mantenerlos en su lugar es el de Winston. Tu tarea es moverlos en una trayectoria rotatoria. Puedes hacerlo. Aprender esto también te ayudará —explicó.
El Finn aún estaba convencido de que no podía lograr esto, y su incertidumbre se reflejaba en su rostro.
Pero no había tiempo para jugar.