Desde lo más profundo de la mazmorra, en una caverna de proporciones gigantescas, reposando en un charco de magma, yacía una sola piedra ovalada, con magma solidificándose sobre ella, haciéndola parecer como si un trozo de lava solidificada se hubiera fusionado.
Y en esta piedra, venas de brillante lava pulsaban, siguiendo un patrón rítmico, retumbando con poder.
*thump thump* *thump thump* *thump thump*
El mana circundante pulsaba entrando y saliendo con cada latido, como el aire entrando y saliendo de los pulmones, dejando toda su pura esencia de fuego dentro de la piedra.
Arrodillado ante esta piedra, un solo kobold, vistiendo túnicas con un par de ojos rojos teñidos en ellas, actualmente brillando.
—¡Oh, gran ser! ¡Qué impudencia la de estos intrusos humanos de refugiarse en tu guarida e incluso robar tu preciado sustento! Estamos perdidos sin tu guía. ¿Qué deseas que hagamos? —preguntó el kobold, con la cara bajada hacia el suelo en deferencia, su voz llena de reverencia.