¡Carguen!

Abriendo la boca, Alexander emitió un pulso de maná, que actuó como una ecolocalización, y todo se le aclaró como si fuera de día.

En el túnel debajo de él, intentando golpear su parte inferior mientras él pasaba velozmente sobre ellos, nueve de cada diez enemigos aparecían en su visión de maná como casi translúcidos. Sus cuerpos apenas devolvían un eco ya que el maná tenía que atravesar un estado líquido, rebotando apenas.

Y allí, por fin, lo encontró: la escurridiza fuente del fenómeno mágico.

Muy detrás de la marea de kobolds, dos criaturas diferentes estaban de pie, con las bocas abiertas mientras una suave melodía escapaba de sus pulmones.

Dos arpías delgadas estaban encadenadas a kobolds más grandes, sus cuellos y manos sujetados por pesados grilletes, mientras cantaban una melodía mágica.

La melodía bañaba a los kobolds avanzantes, que pasaban de ser un kobold a una unidad de diez o doce, todos con más que un simple parecido entre sí.