Jin-Sil no tenía idea de lo que estaba sucediendo y haría cualquier cosa por escapar de esta incómoda situación. Aunque ella fue quien la provocó.
—¡No se supone que interactúes con los cazadores, Orión! ¡Vuelve a las estrellas antes de que te obligue a regresar! —frunció el ceño Artemisa.
—Y si recuerdo bien, tampoco se supone que mates a los vencedores de la caza, Artemisa. Sin embargo, aquí estamos ambos —replicó Orión encogiéndose de hombros.
—¡Ella se burló de mí! La gran caza ha terminado para ella. ¡Muévete! —gruñó ella, colocando otra flecha en la cuerda de su arco.
—Ya sonaron las trompetas. Ganó su desafío. Dale a la mortal su recompensa y déjala seguir su camino. No tienes que soportar más que eso. Pero matarla está prohibido y tú lo sabes —insistió Orión, empujando a Jin-Sil entre sus piernas y colocándose delante de ella.