No tardó mucho en llegar la limusina para recoger a Aapo, quien finalmente se sintió aliviado de partir después de su bochornoso acto bajo la lluvia. Pero con ello vino la tristeza de dejar a sus amigos con los que había entablado lazos en los últimos días, también.
Mientras la limusina se alejaba del hangar, volviendo a la lluviosa tarde que la madre naturaleza estaba brindando a Finlandia, los miró a través de las ventanas tintadas una última vez, apareciendo una sonrisa discreta en sus labios.
—Adiós, chicos. Nos vemos la próxima —susurró para sí mismo.
En cuanto a los que quedaban en el hangar, todavía les quedaba un rato de espera ya que el avión necesitaba ser reabastecido de combustible y dejar a su último pasajero no deseado.
Park Jun-Seo eligió el momento después de que la limusina se fue para desembarcar el avión. Había intentado escabullirse en la bodega de carga, tratando de encontrar los cristales que había visto sujetar al joven anteriormente, pero sin éxito.