La Perdición de la Magia

Kujaku sabía que muchas personas habían desarrollado la habilidad de volar en Nuevo Edén, pero nunca habría imaginado que algunos ya habían copiado esta habilidad en la Tierra. Según leía en sus informes, requería una cantidad enorme de maná y no era algo que se debiera tomar a la ligera.

Y luego, ver a Kary rodeada de llamas, aparentemente sin sentir un ápice de dolor, hizo que sus ojos se abrieran de par en par.

Mirando más allá de ella, vio a Alex hacer crecer alas en su espalda, sangre brotando mientras lo hacía, y soltó un grito ahogado.

—¿¡Nantekotta?! —exclamó.

Jin-Sil miró su expresión asombrada y se rió para sí misma.

—¿Te importaría deslizar el techo más atrás para que yo también pueda salir? —preguntó, golpeando el hombro de la mujer japonesa.

Kujaku la miró, sacudiéndose de su estupor, y asintió. Rápidamente presionó el botón de nuevo, haciendo que el techo solar se abriera un pie más hacia atrás.