Sus palabras resonaron y todos los grandes maestros presentes quedaron sin habla. No pudieron evitar desviar la mirada, observando toda la devastación que William había causado con su técnica, todos los monstruos muertos alrededor y los maestros heridos que no sabían qué decir.
Querían gritarle a este joven:
—¿Estás ciego? ¿No es todo esto suficiente? Pero con una mirada silenciosa de Pereza, todos enmudecieron, no dijeron nada.
Pereza sintió la urgencia que William tenía. Había observado a este joven el tiempo suficiente como para saber que no estaba delirando ni era un lunático obsesionado con la perfección o algo por el estilo.
Sabía que William era consciente del poder actual de su técnica. Y si decía indirectamente que no era suficiente, entonces significaba que debía haber una buena razón para decirlo. Y tenían que soportar la próxima y mortal escala de técnicas que William estaba a punto de desatar.