—¿Tu hijo? —preguntó—, su voz casi quebrándose. —¿Me estás diciendo... que Silvano está detrás de todo esto?
Seron no respondió de inmediato, pero su silencio lo decía todo. Finalmente, con una voz que llevaba resignación y desesperación, dijo:
—Por favor, Ceti. No confío en nadie más para detenerlo antes de que sea demasiado tarde.
El agarre de Ceti en la Piedra de Susurro se apretó, sus nudillos pálidos mientras su corazón retumbaba en su pecho. Su voz era baja pero resuelta, matizada con un destello de temor:
—¿Qué hizo exactamente...?
En el otro extremo, Seron habló rápidamente, su voz llena de una urgencia que llevaba el peso de una verdad grave. Al revelar todo lo que Silvano había hecho, el rostro de Ceti se descoloró.
Su mente giraba mientras luchaba por procesar lo que acababa de escuchar. ¿Silvano, el hombre honorable y noble en quien confiaba, un amigo con quien había luchado y confiado, era capaz de tal traición?