No Se Romperá Hasta Que Mueras

El campo de batalla era un cuadro fracturado de sangre y ruina, las tierras antes orgullosas del Reino de Bloodburn ahora poco más que una desolada zona de guerra.

Las rodillas de Drakar se clavaron en la tierra, su aliento venía en jadeos trabajosos mientras los dedos de Luna apretaban su cuello con un agarre implacable. Su mente giraba, luchando por reconciliar la imposibilidad que tenía ante él.

—I-Imposible... —Drakar jadeó, su voz temblorosa mientras sus ojos grandes se fijaban en Lupus, incapaz de creer lo que acababa de oír—. Tu hijo murió... y si recuerdo bien, ninguno de sus hijos tenía el potencial para convertirse en tu heredero.

Pero pensándolo mejor, tenía sentido considerando lo ridículamente fuerte que ella era.

Lupus avanzó, su presencia alta y autoritaria empequeñecía incluso a los draconianos reunidos. Sus ojos rojo sangre no mostraban malicia, solo una calma autoridad medida mientras hablaba: