Verdades que es mejor dejar sin decir

La cueva vieja de Lori estaba inquietantemente silenciosa, salvo por las lentas y fatigosas respiraciones que escapaban de los labios de Lysandra mientras se encontraba encogida contra la pared de piedra, su cuerpo empapado en sudor y temblando de agotamiento.

La densa niebla afuera había sido su única salvación, ocultándola de los hombres de Drakar, quienes la habían cazado sin descanso.

Apenas había conseguido escapar de ellos, empujando sus reservas de maná al límite varias veces mientras evitaba combates innecesarios. Si hubiera llamado demasiado la atención confrontándolos, habrían pedido refuerzos, y no habría llegado tan lejos.

Tenía que asegurarse de perderlos antes de dirigirse a este lugar, lo cual había sido bastante difícil para ella.