La Gente Puede Cambiar

El abismo los engulló por completo.

Rowena sintió el abrazo aplastante del área exterior de las Aguas Prohibidas mientras caía más profundo, el tenue resplandor del cielo carmesí desvaneciéndose en completa oscuridad. La presión se enrolló alrededor de ella como un puño que se aprieta, el silencio absoluto.

Ella no se inmutó.

Narissara se deslizaba sin esfuerzo delante de ella, sus ojos brillaban débilmente, cortando las sombras como estrellas lejanas. Sus largas vestimentas ondulantes se agitaban, fusionándose sin problemas con el vacío infinito del océano.

Rowena la seguía con movimientos agudos y precisos, su cabello negro azabache ondeando como tinta derramada en las corrientes.

Descendían más, las aguas se volvían más frías, más oscuras. Entonces, sin previo aviso, las sombras se movieron.