El sol carmesí arriba ardía como un ojo implacable, su ardiente mirada chamuscando las arenas debajo.
La vasta extensión de uno de los desiertos muertos de Zalthor se extendía en todas direcciones, un páramo interminable de tierra agrietada y formaciones rocosas esqueléticas que arañaban hacia el cielo.
Cada paso que Asher daba era silencioso, su sombra alargándose a lo largo de las arenas mientras se dirigía hacia la distante tienda—donde lo esperaban Erradicadora y Lori.
Su túnica negra ondeaba ligeramente con cada paso, la tela resistiendo los crueles vientos del desierto que aullaban en protesta.
Decidió descender y caminar un rato antes de llegar a la tienda para reunirse y prepararse para lo que viniera después. Sabía que no podía permitirse sumergirse en el dolor y el daño después de todo lo que había pasado.