—Dolor.
—Dolor implacable, que quema el alma.
—Asher podía sentirse desmoronando: piel partiendo, músculos deshilachándose, sus propios huesos tronando bajo la insoportable presión.
—Algo dentro de él se colapsaba, su cuerpo traicionándolo, sus reservas de maná más vacías que nunca, ni siquiera brasas a las que aferrarse.
—Respiraba entrecortado, sofocado, mientras lograba articular entre dientes apretados —¿Qué... Qué me estás haciendo...?
—Las venas verdes oscuras talladas a través de su cuerpo palpitaban, la energía extranjera aún propagándose a través de él como un parásito devorando su existencia.
—La figura esquelética de Skully se cernía más cerca.
—Frio. Impasible. Despiadado.
—Confías demasiado en lo que ya tienes —su voz hueca resonaba a través de las vastas ruinas, como si hablara desde las profundidades del mismo abismo—. Veamos qué pasa cuando no tienes nada.
—Antes de que Asher pudiera procesar sus palabras
—Su cuerpo implosionó.
—No con una explosión