Sellado con culpa

Al día siguiente, el sol carmesí se elevó sobre el horizonte, arrojando un resplandor sangriento sobre la tierra.

Rowena se paró en el gran balcón, su figura esbelta pero curvilínea bañada en la luz mañanera extraña, la brisa suave levantando los oscuros mechones de su cabello.

Su mano descansó instintivamente sobre su vientre ligeramente abultado, sintiendo el débil pulso de la vida que crecía dentro de ella. Era extraño, incluso irreal.

Este niño…

Un milagro.

Tardó unos momentos en creer lo que todos le dijeron después de despertar.

A pesar de todo lo que perdió, a pesar de las cenizas de su reino, a pesar del dolor que perduraba como una herida que nunca se cerraría

Este bebé estaba vivo.

Una niña sana, especial y fuerte.

Algo puro, algo no tocado por la guerra, la traición o la matanza.

Por primera vez en lo que parecía una eternidad, sintió algo que pensó haber perdido

Un destello de esperanza.

Pero tan rápido como llegó ese calor, su rostro invadió su mente.

Asher.