Conocer la Verdadera Naturaleza de Alguien

Seron se arrodilló en el frío suelo de piedra, con la espalda recta a pesar del peso que presionaba sobre sus hombros. Su rostro estaba pálido, sus manos temblaban ligeramente mientras las cerraba en puños contra sus muslos. Había confesado su crimen, expuesto su culpa, y ahora esperaba el juicio. El hecho de que todavía no pudiera encontrar a Silvano, incluso después de pasar una semana entera, solo lo empeoraba. Quería que Silvano asumiera la responsabilidad y tomara medidas para expiar lo que había hecho, para que hubiera una ligera posibilidad de escapar de una sentencia de muerte.

Por encima de él, Rowena se levantó de su asiento con una lentitud deliberada, sus ojos carmesí fijos en él. Seron parpadeó, sus cejas fruncidas en confusión al verla darse la vuelta.

—¿S-Su Majestad? —su voz se quebró, insegura.

Rowena no respondió de inmediato. En cambio, tomó una respiración profunda, sus hombros subiendo y bajando sutilmente. Luego, sin volverse, habló.

—Deberías levantarte.