Para no volver a ser impotente nunca más

En lo profundo de las ruinas, envuelto en luz verde oscura, Asher permanecía en profunda meditación, ajeno al implacable paso del tiempo.

Cada respiración que tomaba era rítmica, lenta y deliberada mientras abrazaba el frío abrazo de la muerte que se cernía en el aire. Sentía cada tentáculo de oscuridad enrollándose alrededor de su forma como antiguos serpientes, llenando sus huesos con maná olvidado hace mucho tiempo, perdido en el tiempo.

Sin embargo, algo más se aferraba al aire—ecos de almas. Decenas de miles, tal vez incluso más. Permanecían en agonía retorcida, suspendidos en el velo entre los reinos, sus gritos demasiado débiles para ser escuchados por oídos ordinarios.

Pero Asher los escuchaba claramente.

Eran humanos—podía sentir lo que quedaba de ellos. Las reminiscencias angustiadas de la civilización olvidada de Skully. Almas dañadas y rotas por la tragedia que ocurrió, atrapadas para siempre en este lugar abandonado.

—Asher...