Cuando llegue ese día

En los vastos pasillos del Reino de Sombras Nocturnas, las sombras se alargaban más de lo habitual.

La ciudad crepuscular, antaño orgullosa, con sus altísimas agujas de piedra negra y luces púrpuras oscuras entretejidas entre los árboles, estaba ahora tensa de hambre, malestar e incertidumbre.

Había sido un lugar de mística y fuerza tranquila—oculta en lo profundo de los velos forestales oscuros y montañas, prosperando en secreto—pero ahora ese mismo secreto se estaba convirtiendo en su prisión.

Las grandes plazas del mercado estaban más tranquilas de lo que habían estado en años. Los puestos de comida estaban vacíos. Los soldados patrullaban más frecuentemente, no por orden, sino para evitar el malestar. Y los susurros—susurros resentidos—se deslizaban por los callejones como veneno.

—Es por esos malditos refugiados… Nos han maldecido con su destino.

—Los malditos draconianos no nos habrían molestado si no fuera por ellos…