Poco antes de que amaneciera, el Castillo de la Sombranívea se erguía solemne y silencioso bajo un cielo surcado por tenues tonos de púrpura y carmesí.
Miles de personas estaban inquietas ante la imponente y antigua fortaleza. Una anticipación palpitante colgaba pesadamente en el aire frío de la madrugada. La tensión era palpable, la incertidumbre y la esperanza se entrelazaban como el humo mezclado de las antorchas.
Fila tras fila de sobrevivientes de Bloodburn estaban más cerca de las puertas del castillo.
A pesar de sus ropas andrajosas, ojos hundidos y rostros demacrados por semanas de dificultades, esta noche, sus ojos brillaban más que las estrellas sobre ellos. Susurros recorrían las masas reunidas, ansiosos pero teñidos de alivio y emoción.
—¡Nuestra reina—finalmente va a salir!
—¿Crees que está bien? He oído que tiene algo importante que anunciar.
—Está viva y sana, eso es lo que importa. Lo demás, lo sabremos pronto.