El presagio que se ignoró

El santuario oculto de los vulpinos yacía anidado dentro de un valle escondido, rodeado por acantilados imponentes cubiertos por cortinas de musgo esmeralda y enredaderas gruesas y enmarañadas que fueron cultivadas artificialmente usando arreglos misteriosos.

Había sido su pequeño pero nuevo refugio seguro, un santuario cuidadosamente construido a partir de las ruinas de su pasada desesperación, donde este pequeño grupo de vulpinos había comenzado a reavivar una frágil chispa de esperanza.

Sin embargo, ahora, esa frágil esperanza se estaba desmoronando.

En el borde del claro del bosque, cinco mil soldados draconianos los rodeaban como un nudo de hierro, la vista de sus formas aladas y amenazantes oscureciendo el amanecer con un temor opresivo.

Forzudos, altos guerreros gruñían cruelmente, sus armas ennegrecidas brillaban siniestramente bajo el tenue resplandor carmesí del sol distante, rojo como la sangre.