El Señor de la Ciudad había estado rezando para que nada saliera mal durante esta reunión. Solo un día... Solo este día tenía que pasar pacíficamente, y todo estaría bien.
Desafortunadamente, el destino tenía otros planes. Su expresión se oscureció al observar el sello que envolvía toda la ciudad. Algo estaba claramente mal.
Cuando los Ángeles salieron de su escondite, incluso él quedó atónito. Como el Señor de la Ciudad, no tenía idea de que tantos Ángeles estuvieran ocultos dentro de su ciudad, ni sabía cuándo habían entrado.
Era como si los Ángeles hubieran venido preparados para eliminar a cada Clan Alto. La mera idea de las consecuencias de sus acciones y el futuro de la ciudad le enviaban escalofríos por la espina, empapando su espalda en sudor frío.
Cayó de rodillas, maldiciendo la mala fortuna de la ciudad. Sin embargo, no había perdido todas las esperanzas.