—¿Hmm? —El joven señor acabó de entrar en la habitación cuando oyó algo caer al suelo cerca.
Volteándose hacia la fuente del ruido, vio a dos personas congeladas en la incredulidad, como estatuas. Ya estaban temblando de miedo.
Llevaban un brazado de tesoros, que se les resbalaba de las manos temblorosas.
Habían pensado que Karyk había matado a todos en la ciudad. Esto, asumieron, les brindaba la oportunidad de saquear los tesoros de la Ciudad y escapar.
Ninguno de ellos había imaginado que alguien aún estuviera vivo. Es más, era la peor persona posible; el Señor de la Ciudad, el que la había fundado. Aunque a menudo estaba ausente, los guardias conocían su identidad.
Este lugar era su hogar. Si hubieran sabido que estaba vivo, nunca se hubieran atrevido a poner un pie adentro.
Estaban profundamente arrepentidos de haber decidido entrar en este edificio. ¿De dónde sacaron este coraje? Se estaban maldiciendo por esta locura.