Colocó su mano sobre el cuerpo del Ángel y comenzó a leer los recuerdos del cadáver.
El tiempo seguía escurriendo, pero el señor del tiempo no se movía. Permanecía inmóvil, como una estatua. Sin embargo, con cada segundo que pasaba, su expresión cambiaba, como si estuviera viendo algo que no esperaba.
—¿Está bien? No tiene buen aspecto —susurró uno de los seguidores al otro, notando que el señor del tiempo se volvía cada vez más pálido.
—¡Shhh! No hagas ruido. Podría molestarlo —susurró de vuelta el líder del grupo, preocupado de que su conversación pudiera perturbar a su señor.
Aunque también estaba preocupado por la extraña reacción del joven señor del tiempo, no creía que hubiera algún peligro para él.
—¡Imposible! —exclamó el joven señor del tiempo, abriendo abruptamente los ojos. Retrocedió en incredulidad, tropezando con sus propios pies. Era como si hubiera visto un fantasma.