En un planeta remoto, desprovisto de toda vida, un espadachín estaba sentado con las piernas cruzadas con una espada de doble filo de aspecto normal sobre su regazo. La zona donde el hombre se sentaba era completamente negra, como si la superficie del planeta hubiera sido chamuscada por una llama fuerte, sin embargo, el chamuscado no manchó sus ropas.
El sonido del trueno retumbó en el cielo sobre él, haciendo que el cultivador abriera los ojos y mirara hacia arriba. Su tribulación del rayo finalmente llegaba, aunque eso no parecía suscitar ninguna emoción en el hombre.
—Todos los oráculos, adivinos y profetas en el mercado parecen haber desaparecido —dijo una mujer leyendo un archivo. Aunque estaba bastante lejos de él, su voz se escuchaba como si estuviera justo a su lado.
—Te dije que deberíamos dejar de depender de ellos —replicó el hombre con calma mientras se levantaba.