Antes de precipitarse hacia el último piso, donde sospechaba fuertemente que se enfrentaría con el dragón, o lo que quedara de él, Lex sacó el pedazo de jade negro que Powell le había dado. Si el Jade Peroniano existía, la brújula lo encontraría.
Con toda sinceridad, a Lex no le importaba hacerle este favor al hombre. Solo deseaba haber podido quedarse con un pequeño trozo de jade para estudiar qué tenía de especial. Existía una fuerte posibilidad de que el jade solo fuera un artículo que necesitaba vender a otro cliente, pero independientemente, el trato sumamente favorable que Lex había conseguido le despertó curiosidad.
Tan pronto como invocó el jade, este vibró y una flecha apareció señalando hacia abajo. ¡De hecho había Jade Peroniano, y estaba en el nivel más bajo del tesoro! Lex asintió sutilmente, como si tal cosa solo tuviera sentido.
Guardó el jade, pero antes de que pudiera partir, su siempre presente y siempre confiable asistente holográfica habló.