Un Elfo, un Minotauro y dos humanos seguían a un niño que comía algo de camino a una habitación. No había pasado mucho tiempo, pero alguien ya había notado los cadáveres que yacían entre los soldados dormidos, alertando a todos en la zona.
Aquellos soldados que habían conocido, o incluso habían sido amigos de quienes se convirtieron en demonios estaban muy alarmados. Aunque cada uno de ellos se suponía que era un guerrero endurecido por la batalla, lo desconocido siempre era aterrador. Incluso acurrucados juntos en la esquina de la habitación, susurrando sus miedos, se podían ver sus piernas temblando.
—Es el Planeta Maldito. Mató a Norman mientras dormía y lo convirtió en una abominación... —susurró uno.
—No, debe ser la Raíz de la Corrupción! Se está cultivando en este planeta. Como el inverso del Árbol Mundial, ejerce poderes impíos sobre aquellos en su dominio!
—No, no, es el Niño de Gravitz! Lo vi en mi sueño, comiendo y comiendo y comiendo, como si devorara mi propia alma!