—Maldita sea, esto no es como se suponen que sean las aventuras —gruñó Jack mientras apartaba a los incontables paparazzi—. Tiny-Sparkles, el unicornio que sufría de enanismo y primer oficial de los Jolly Rancher, resopló en acuerdo, aunque su resoplido sonaba como campanas de cristal tintineando, y de su nariz salía purpurina.
Su clara insatisfacción se perdía entre los paparazzi, sin embargo, quienes no se cansaban de la pequeña y brillante caballita y seguían tomando fotos con sus cámaras vieja escuela.
—Ninguna buena acción queda impune, capitán —dijo Ollie, que estaba que echaba humo de celos por la atención que recibía el unicornio.
El cocodrilo de cristal, sin embargo, solo miraba alrededor con curiosidad. No entendía qué estaba sucediendo.