Una marea literal de oscuridad, formada por incontables abominaciones que se unían sin forma para acumular sus fuerzas, se estrelló contra Lex. Sin embargo, la luz de sus furiosos fuegos mantenía a raya la oscuridad.
Era una batalla épica entre la luz y la oscuridad, una sinfonía de bien y mal, un concurso de poder que trascendía las convenciones típicas, y en medio de todo, un hombre trabajaba con un único propósito en su tarea.
El ritmo constante con el que golpeaba su martillo daba la impresión de que no era más que un herrero, forjando algo de poder mítico mientras dominaba el caos abstracto a su alrededor.