—¿Eres tú? —preguntó ella, mirando a Joey Thompson, su voz temblaba por el frío y el miedo.
—Iris, déjame explicarte... —respondió Joey Thompson, mirándola a los ojos, su mirada era compleja y teñida de precaución.
—¡Así que fuiste tú todo el tiempo! —exclamó.
—¿Cómo no podría Iris Thompson entenderlo ya? —se preguntaba.
—En aquel entonces, cuando recibí tu llamada en Shangri-La, me dijiste que algo había sucedido en casa y que debía regresar tranquilamente sin alarmar a nadie —habló débilmente—. Te creí, pensando que nuestras identidades, la de Eve y la mía, habían sido expuestas, y me instruiste a volver rápidamente a casa para cambiar de nuevo. Por eso no dije nada a nadie... Ni siquiera me atreví a decirle a Reginald Bates, compré el billete de avión más temprano y regresé a casa.