Punto de vista de Selene
Pero el dolor ahora lo consumía todo, una fuerza implacable que me arrastraba con cada oleada. Apenas podía respirar, apenas pensar. Sentía al bebé presionando hacia abajo, mi cuerpo cediendo a lo inevitable.
—Kragen —susurré a través de la conexión, mis manos aferrándose a las sábanas mientras otro grito rasgaba mi garganta—. No puedo... No puedo hacer esto sola.
—No estás sola, Selene —dijo él con firmeza, su voz cortando la neblina—. Estoy aquí. Estaré ahí en un segundo. Solo sigue aguantando.
Pero no sabía cuánto más podría aguantar. El dolor era demasiado. Mi visión se oscurecía en los bordes y sentía que me deslizaba, mi mente ahogándose en agonía.
Otra contracción me desgarró y volví a gritar, incapaz de contenerlo esta vez. El sonido reverberaba en la habitación vacía y por un momento, todo lo que podía sentir era la presión abrumadora y el dolor ardiente.
—Apresúrate —suplicué a Kragen, mis pensamientos apenas coherentes—. Por favor.