Punto de vista de Selene
La guardería estaba ahora en silencio, excepto por la suave y rítmica respiración de nuestro hijo recién nacido. La paz en la habitación era un fuerte contraste con la tormenta que se avecinaba fuera de estos muros. Kragen se había ido para hacer arreglos para nuestra partida, pero la tensión permanecía, asentándose profundamente en mi pecho. Todavía podía sentir el peso de los brazos de Noé alrededor de mí, pero ni siquiera su toque podía alejar la ansiedad que me roía por dentro.
Noé había estado en silencio desde que decidí irme. Estaba meditabundo, su cuerpo tenso con una frustración apenas contenida. Sabía que odiaba la idea de que yo me fuera, de abandonar nuestra manada. Él era un Licano y—retirarse no estaba en su naturaleza.