—Sss... —En el momento en que sintió un tacto en su cuerpo, Templeton Lena jadeó, su cuerpo temblando.
—No necesitaba pensarlo: los gritos por sí solos le permitían adivinar la agonía que Horacio Leopoldo debió haber sufrido antes de morir —parecía como si una voz le siguiera diciendo al oído—. ¡No Dragón Furioso, no Dragón Furioso! Sino más bien... un emisario del infierno.
—Venassa Pine se cubrió la boca con la mano, sus ojos muy abiertos por el shock —estaba preocupada.
—Preocupada porque Dragón Furioso mataría a Templeton Lena.
—Un líder que de repente se había vuelto tan desconocido.
—Afortunadamente...
—Las manos de Julio Reed, cubiertas de sangre fresca, se alejaron lentamente del cuerpo de Templeton Lena —luego caminó hacia el ascensor de manera robótica.
—Dragón Furioso él... —Observando el ascensor que descendía, Venassa Pine dijo con el alma conmocionada—. ¡Parece tan desconocido!